Pocos clubes en Europa disponen de los recursos del Club Natación Sabadell, un conjunto de instalaciones y entrenadores mantenidos gracias a las cuotas de sus 30.000 socios. Ahí tiene su base el equipo de natación más tecnificado de España. Un grupo que se mete al agua todos los días a las seis de la mañana. En invierno, es noche cerrada. Y después, sobre las nueve, a correr. A correr, a practicar remo o a hacer bicicleta. A salir del medio líquido para sentir un poco la atracción de la gravedad y su efecto traumático sobre articulaciones y músculos. Eso es lo que ha hecho Mireia Belmonte, la ganadora de dos platas en Londres, para recuperar la fuerza. Ha puesto los pies en la tierra.
“Lo primero que haces como ser humano después de caminar es correr”, explica Fred Vergnoux, el carismático entrenador del Sabadell; “ni nadar ni hacer bicicleta. Correr es la base de todo. El nadador que no puede correr tiene un límite muy grande. Muchos hacen footing o ejercicios cardiovasculares. Phelps y Lochte corren dos o tres veces por semana como mínimo”.
Vergnoux se instaló en el Sabadell en 2010. Procedía de la escuela del australiano Bill Sweetenham, con quien colaboró antes de los Juegos de Pekín 2008, durante la construcción del actual equipo de natación de Gran Bretaña.
Con él, Mireia culminó el largo proceso que había comenzado con 12 años entrenándose en los centros de tecnificación del Consejo Superior de Deportes, desde Sant Cugat a la residencia Blume, pasando por las manos de Jordi Murio y Carlos Subirana.
El técnico francés dio el último toque a la joven de 21 años que en estos Juegos se ha convertido en una de las mayores figuras en la historia del olimpismo español. Fue un toque que mezcló el renovado trabajo mental con la ayuda de un psicólogo, nuevos entrenamientos de fuerza fuera del agua y una base aeróbica a la altura de la natación china. Hubo nadadores que, ante la exigencia, aflojaron. Pero no Mireia. A la barcelonesa de Badalona le ayudaron su organismo superdotado y su gusto por el sacrificio.
El conjunto de potencia y capacidad aeróbica que adquirió en estos años le ha permitido acabar rápido los 800 metros libre y no hundirse enlos 200 mariposa. “He llegado a nadar 120 kilómetros en una semana, algo que hace poco me parecía impensable”, explica Mireia. “Un día normal puede comenzar con un calentamiento de 2.000 metros. Después, un bloque de 6.400 trabajando brazos, estilos, un poco de pies y un poco de recuperación. Luego, 8.800 metros muy intensos. Y para terminar, una hora de trabajo en seco que puede ser pesas, ejercicios para fortalecer el tronco con tu propio peso o carrera continua: por ejemplo, 40 minutos corriendo por la calle. Debes tener un buen físico y controlar tu cuerpo fuera del agua para después saber controlarlo dentro de ella”.
“Desde 2011 estoy haciendo carrera, algo que no hice nunca”, confiesa Mireia; “como nadadora, siempre sufres porque no estás acostumbrada a correr y menos por el asfalto, que es muy duro. Con el trabajo del fisioterapeuta, esas lesiones se pueden evitar, aunque los isquiotibiales se cargan un poco. Creo que todo deportista tiene que correr porque es la base de la resistencia aeróbica”.
“El cambio más notable es el gimnasio”, observa Mireia; “Fred sostiene que, si tu cuerpo no está bien fuera del agua, dentro de ella será mucho más difícil. He perdido mucho peso: más de cuatro kilos desde 2010. Y he ganado mucha masa muscular. Tengo bastante músculo”.
“La fuerza física le da seguridad mental”, matiza Vergnoux; “es una parte vital del entrenamiento. Hacemos sesiones de dos horas y media al día. Para Mireia, tener un cuerpo más atlético es otra forma de motivación. Morfológicamente, ha cambiado. Está más fuerte. Yo lo veo cada día. Esto ayuda mucho. Se nota cuando te miras al espejo. El físico de Mireia es mucho mejor que el de hace dos años. Se encuentra más fuerte en el gimnasio, en el agua y como persona”.
“Lo diferencial de mi preparación”, dice Vergnoux, “es que hago un trabajo de tres partes. Primero, el fondo físico, que incluye correr, bicicleta y remo. Luego, trabajamos la potencia y la velocidad. Es un trabajo con bastantes repeticiones, de resistencia, de fuerza, en el banco de natación... La tercera parte es la fuerza pura. Utilizar pesas y máquinas con mucho peso para que la gente esté más fuerte. El 33% del trabajo es en seco. Sería completamente imposible nadar tan rápidamente sin hacer pesas porque el agua tiene una resistencia 750 veces mayor que la del aire. Nadando, no se puede trabajar al nivel de fuerza que hacemos en un gimnasio. El desafío es elevar el nivel de fuerza y resistencia en seco y hacer una transferencia al agua con los gestos de la natación”.
El viernes, tras disputar la final de los 800 metros libre, Mireia salió de la ceremonia de entrega de medallas con la plata al cuello y un ramo de flores en una mano. Con los pies sobre una nube, pero feliz de poder volver a ponerlos en el suelo o en el agua en cuanto retome los entrenamientos.
“He hecho un esfuerzo tan grande en el último 100 que me duelen los hombros y tengo ganas de vomitar”, dijo. “Pero me gusta la natación por lo que sufres cada día. Porque la recompensa moral es mucho mayor que todo el sufrimiento que tienes. La natación te devuelve todo lo que le das”, concluyó.
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