martes, 25 de junio de 2013

“Hay que estar dispuesto a hacer un esfuerzo fenomenal para construir la vida que queremos tener y salir de la que nos tocó vivir”.

“Hay que estar dispuesto a hacer un esfuerzo fenomenal para construir la vida que queremos tener y salir de la que nos tocó vivir”.
Estas palabras del doctor Valentín Fuster, eminente cardiólogo y ejemplar persona, pueden ayudarnos a reflexionar sobre la importancia de cultivar nuestro carácter, si queremos llegar a tener una vida plena.
Durante mucho tiempo se consideró que el cociente intelectual era la mejor manera de predecir el éxito de una persona. Hoy sabemos que el test de cociente intelectual se ha quedado más que obsoleto y que es el carácter de una persona lo que mejor define su verdadera capacidad para triunfar. El carácter lo moldeamos a base de superarnos día a día, haciendo aquellas cosas que aunque nos mejoran, no son fáciles de hacer. Nuestro carácter se desarrolla cada vez que hacemos frente a nuestros miedos y a nuestras inseguridades. Nuestro carácter se perfecciona cada vez que elegimos la generosidad sobre el egoísmo y los valores sobre la propia conveniencia.
No es un camino fácil traspasar la frontera de lo conocido, ni superar la sensación de vulnerabilidad y de vergüenza si se fracasaAbrir paso con confianza, en lugar de ir detrás con timidez. Escuchar a nuestros sueños más que a nuestros miedos. Elegir el progreso en lugar de la mera supervivencia. Arriesgarse a equivocarse y a exponerse al sarcasmo de algunos. Hacer más de lo que se espera de uno. Dedicar un extraordinario esfuerzo día tras día para mejorar lo que se hace. Saber que hay que hacer lo pequeño para poder ser grande. Preferir la excelencia a la mediocridad, aunque esta sea más cómoda. Enfocarse no en el beneficio que uno obtiene, sino en el valor que uno aporta. Aceptar la propia responsabilidad en lugar de echarle las culpas a otros. No conformarse con ser profesor y convertirse en maestro. Aprender la técnica, pero buscar el arte. Atreverse a crear una nueva realidad en lugar de resignarse a la que uno tiene. Tomar la iniciativa en lugar de esperar simplemente instrucciones. Elegirse a uno mismo en lugar de esperar a que te elijan. Decidir que se va a marcar una diferencia en lugar de seguir sumisamente la corriente. Resolver que se van a abrir nuevos caminos y se van a romper viejos barrotes. Abrazar la tensión y la incomodidad como elementos imprescindibles para el crecimiento personal. Hacer las cosas que hay que hacer, en lugar de hablar de cómo hacerlo. 
Todos estos rasgos, definen a la persona que ha decidido no parar hasta que emerja lo mejor que hay en su interior. No es un proceso fácil el empujarse una y otra vez para saltar a ese vacío que representa la incertidumbre. No es un camino fácil traspasar la frontera de lo conocido, ni superar la sensación de vulnerabilidad y de vergüenza si se fracasa. Hay que fundir la piedra para que salga el oro. Comprometerse a una nueva actitud, a una nueva manera de pensar y de actuar, precisa de humildad y coraje. Al final la cuestión no es si somos capaces de hacer algo excepcional, sino si estamos dispuestos a hacerlo. 

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