son felices, ya que, como la psicología ha intentado explicar, lo que nos hace felices cambia sensiblemente de una época a otra de nuestras vidas.
El último año, se ha hablado con bastante frecuencia de la teoría de la “felicidad en forma de U”, que defiende que a partir de los cincuenta años somos más felices que a los treinta. Una de las ideas que exponía en el artículo su autor, el profesor de la Universidad de Warwick Andrew Oswald, sirve también para identificar qué cosas nos hacen más felices en cada edad. Según el economista, durante la juventud nos topamos con demasiada frecuencia con la realidad de que nuestras altas expectativas no pueden ser colmadas. Por el contrario, en la edad adulta, comenzamos a dar más importancia a todo lo que hemos conseguido hasta esa fecha y sabemos ponerlo en perspectiva.
Mirando hacia atrás, mirando hacia adelante
En términos utilizados por E. Tory Higgins de la Universidad de Columbia, autor juntoa Heidi Grant Halvorson de Focus. Use Different Ways of Seeing the World for Success and Influence, nuestras motivaciones en la vida estarían divididas entre nuestra promoción y nuestra prevención, cada una perteneciente a cada uno de los dos grandes ciclos de la vida. En la promoción, vemos nuestra trayectoria vital como una serie de oportunidades para mejorar, crecer, alcanzar metas o desarrollarnos como personas. En definitiva, el objetivo es ganar.


Felicidad excitante, felicidad reposada
En un reciente estudio publicado en la revista Social Psychological and Personality Science, sus responsables identificaron, a partir del análisis de más de 12 millones de blogs, cuáles eran los términos utilizados con más frecuencia para conceptualizar la felicidad. La conclusión principal arrojada por el estudio, realizado por tres investigadoras de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia y la Universidad de Palo Alto en California, era que “mientras los jóvenes están más inclinados a identificar la felicidad con el entusiasmo, a medida que envejecen, es más probable que se asocie la felicidad con la calma”. Un ejemplo de la clase de expresión que utilizaría un joven para hablar de su felicidad sería “me siento feliz y contento y estresado y no puedo parar, pero así es la vida”, mientras que en el caso de los mayores, afirmaban cosas como “me siento feliz después de un fin de semana relajado”.


El grupo de investigación señalaba que la principal diferencia entre ambos grupos se encuentra en que los más jóvenes dirigen su atención al futuro, mientras que los mayores ya lo hacen al pasado. Fijarse en el porvenir, conscientes de que nos quedan décadas por delante, suele hacernos buscar la novedad y el aprendizaje en nuestras relaciones, como un material que nos servirá en un futuro. Por el contrario, cuando percibimos que ya hemos vivido más tiempo del que nos queda por delante, preferimos mantener las relaciones que nos proporcionan tranquildad en el presente. La novedad ya no es un factor esencial y, por eso, cuanto más mayores somos, más disfrutamos el momento presente.
El final de todos nuestros sueños
Esta teoría tiene una implicación lógica, que es que la rebaja de nuestras expectativas es lo que nos hace afrontar la vida con menos tensión. O, como reconocía uno de los encargados del estudio de la Universidad de Warwick, “renunciar a nuestros sueños puede hacernos felices”. Dicho estudio hacía hincapié en que la presión que sienten los adultos para alcanzar las metas que ellos mismos se han puesto es mucho menor según se crece y se encara la jubilación. También, porque terminamos aprendiendo a conformarnos con lo que tenemos.


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