Invertir tiempo y esfuerzo
Fue Aristóteles quien dejó escrito que los hábitos buenos adquiridos en la juventud son los que marcan la diferencia. Es necesario un deporte bien enfocado donde se destaque el sacrificio, el trabajo, el espíritu de superación, la búsqueda de soluciones, la aceptación de unas reglas, el respeto, el acato de la autoridad, el sentimiento de formar parte de un equipo (bueno para la integración) y el aprendizaje de aceptar la derrota, el fracaso…
Hemos de tener muy claro que es falso aquello que comentan algunos padres: “Mientras mi hijo practique deporte estoy tranquilo porque está haciendo algo sano”. Hemos de ser conscientes de la naturaleza ambivalente del deporte. La práctica deportiva puede ser fuente de educación, de salud, de integración, pero puede ser también motivo de ignorancia, enfermedad, violencia y exclusión. Desgraciadamente, la mayor parte de los niños que practican un deporte están dirigidos por personas que no saben absolutamente nada de todo esto. Sin embargo, esos niños están perdiendo la mejor oportunidad de su vida de aprender algo esencial en su formación integral.
Un proyecto de formación en valores a través del deporte significa, por parte de las personas que intervienen, una dedicación de tiempo y de esfuerzo considerable. ¿Estamos dispuestos realmente a entregarla? Nuestros deportistas profesionales, en muchas ocasiones, no son un modelo deportivo ni profesional para los jóvenes, sino todo lo contrario, y eso hace mucho daño. No podemos permitir que el mal ejemplo sea el espejo donde se miren nuestros jóvenes deportistas.
¿Es el deporte una herramienta interesante para conseguir valores? Por supuesto que sí. Es más, diría que es un medio educativo extraordinario para la formación de nuestros hijos que en muchas ocasiones echamos a perder. Fundamentalmente, el problema está en no darse cuenta de que el deporte tiene una finalidad como juego que es ganar, pero que si se pone como único fin estamos perdidos, porque la competición deportiva se convierte en un campo difícil al buscar derrotar al otro como sea. Si es un medio para seguir mejorando, entonces, si se pierde no pasa absolutamente nada porque esa derrota nos lleva a reconocer nuestros fallos para seguir mejorando. Estamos hablando ya de valores: humildad, espíritu de superación, esfuerzo, respeto... El deporte como tal no educa en valores, todo depende de la utilización que se hace de él.
Hemos de tener muy claro que es falso aquello que comentan algunos padres: “Mientras mi hijo practique deporte estoy tranquilo porque está haciendo algo sano”. Hemos de ser conscientes de la naturaleza ambivalente del deporte. La práctica deportiva puede ser fuente de educación, de salud, de integración, pero puede ser también motivo de ignorancia, enfermedad, violencia y exclusión. Desgraciadamente, la mayor parte de los niños que practican un deporte están dirigidos por personas que no saben absolutamente nada de todo esto. Sin embargo, esos niños están perdiendo la mejor oportunidad de su vida de aprender algo esencial en su formación integral.
Un proyecto de formación en valores a través del deporte significa, por parte de las personas que intervienen, una dedicación de tiempo y de esfuerzo considerable. ¿Estamos dispuestos realmente a entregarla? Nuestros deportistas profesionales, en muchas ocasiones, no son un modelo deportivo ni profesional para los jóvenes, sino todo lo contrario, y eso hace mucho daño. No podemos permitir que el mal ejemplo sea el espejo donde se miren nuestros jóvenes deportistas.
¿Es el deporte una herramienta interesante para conseguir valores? Por supuesto que sí. Es más, diría que es un medio educativo extraordinario para la formación de nuestros hijos que en muchas ocasiones echamos a perder. Fundamentalmente, el problema está en no darse cuenta de que el deporte tiene una finalidad como juego que es ganar, pero que si se pone como único fin estamos perdidos, porque la competición deportiva se convierte en un campo difícil al buscar derrotar al otro como sea. Si es un medio para seguir mejorando, entonces, si se pierde no pasa absolutamente nada porque esa derrota nos lleva a reconocer nuestros fallos para seguir mejorando. Estamos hablando ya de valores: humildad, espíritu de superación, esfuerzo, respeto... El deporte como tal no educa en valores, todo depende de la utilización que se hace de él.